18 de enero 2020
Sueño lúcido
Estaba en un campo rodeada de montañas que
ponían un marco a ese preciso paisaje. Era de día y los colores que tenía ese
paisaje se veían brillantes. Me encontraba junto a una mujer anciana, su
cabello largo y blanco caían sobre su cuerpo casi vistiéndola. Tocaba una
especie de instrumento que jamás antes vi, era de madera tenía forma ovoidal.
Ella caminaba cantando en un idioma que
desconozco, pero que en mi sueño sí entendía, y era una plegaria a la Tierra.
Sabía que estábamos en el sur de la Argentina, y
las montañas formaban parte de la cordillera de los Andes.
De golpe esta mujer paró de cantar y comenzamos
a sentir un fuerte movimiento en la tierra.
El cielo celeste se tornó gris, de las montañas
se escuchaban como caían piedras. Todo se movía y la tierra se abría.
Sentí una gran desolación frente a lo que estaba
viendo y viviendo.
Esta mujer y yo nos acostamos sobre la tierra y
uniendo nuestras manos comenzamos a cantar esta canción que ella estaba
cantando y que no se el idioma, pero allí si lo sabía.
En un momento comenzó a calmarse todo y empezó a
aclarase el cielo.
Las dos sonreíamos emocionadas por lo que estaba
sucediendo.
Comencé a acariciar la tierra y puse mi oído muy
cerquita de ella y fuertes latidos se escuchaban, como si escuchase un corazón
enorme latir.
Gracias, Gracias, Gracias a Dios por permitirme
estas hermosas experiencias.
Algo muy lindo sucedió durante el día de hoy,
que no se si tendrá que ver con el sueño, pero lo contaré. Cuando volví a
buscar mi auto después de todo el día, en el parabrisas había una pequeña rama
con una flor roja. Miré por todos lados a ver si había cerca un árbol o arbusto
con esas características y no pude encontrar ninguno.
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