LA ATLÁNTIDA

20 de Junio 2018

Sueño lúcido

Me encuentro en un sueño común. Estoy en un lugar absolutamente blanco, sus paredes parecen irradiar luz.

Allí me veo poniéndome un buzo con mangas largas muy amplias, es color turquesa intenso, tiene un enorme dibujo de dos alas blancas desplegadas en su parte delantera. Al abrir los brazos parezco tener dos inmensas alas que van desde el centro de mi pecho hacia mis brazos.

En ese instante el sueño para y a mi lado se encuentra mi papá (ya fallecido hace muchos años). Él me transmite:

“Alas desplegadas, ya estás volando.”

Acto seguido estaba bajo el mar, donde podía ver construcciones abandonadas muy antiguas. Eran columnas muy gruesas, paredes de piedra al parecer muy gruesas y pesadas, similar a las construcciones antiguas como las que se pueden ver en Roma o Atenas.

Estoy dentro de una nave o vehículo con una visión panorámica que me permite observarlo todo. El lugar que me encuentro en esa nave es muy amplio, hay también otras personas aparte de mi papá.

Puedo observar que las personas que veo son delgadas y altas y llevan unos enterizos muy adheridos al cuerpo color plateados y en la parte delantera, desde arriba del pecho hasta el cuello es color negro, como si fuese una especie de pechera, es de otro material, como de un material acolchado. Podía verlos ir de un lugar a otro como haciendo si estuviesen realizando alguna tarea.

Mi papá me transmite:

“Construcciones de otros tiempos quedaron bajo las aguas, muestras de ese mundo que existió y aún hoy se sigue negando.

Esto que ves acá es parte de aquel continente que dibujabas en la escuela, la Atlántida.”

Me sorprendió lo que me decía ya que es cierto que cuando estaba en la escuela primaria, dibujé la Atlántida en el mapa. Por supuesto la maestra de ese entonces me dijo que no existía. Aunque reconozco que tuve maestras particulares, ya que ella me contó que si había una leyenda que hablaba de ese lugar.

Mi sorpresa es que ese episodio nunca lo había contado en mi casa.

Gracias, Gracias, Gracias a Dios, y a mi papá por esta hermosa y reveladora experiencia.