EL PERFUME DE MI PAPÁ

8 de Diciembre 2016
Sueño lúcido
Me encontraba en un lugar que era otro planeta en otra dimensión. Estaba en un sitio al aire libre, el suelo era muy claro, casi blanco. Debo decir que ese lugar era muy bello.
Me encontraba junto a mi padre (ya fallecido hace muchos años), él se veía joven (podía decir de unos treinta y pico o cuarenta años), podía ver su pelo castaño muy sedoso y brillante.  Vestía un saco blanco muy largo más abajo de las rodillas y pantalones blancos.
Él me llevaba a caminar, recorríamos ese sitio en el cual se podía ver el blanco del suelo contrastar con el celeste intenso de las aguas. También yo vestía de blanco.
En un momento él me decía (por transmisión de pensamiento):
“Desde aquí podemos monitorear y ayudar a las personas del planeta Tierra.”
En ese momento abría ante mí como si fuera una pantalla (era como si fuera una inmensa pantalla y es más, era como si estuviese allí), pero lo hacía él con su mente y me mostraba un mar embravecido.
Era una gran tormenta en el océano, las olas eran de dimensiones gigantes.  Se veía  un mar gris, enfurecido capaz de tragarse todo lo que tuviera cerca o encima de él.
En ese instante veía un barco muy grande, con muchas personas que navegaba por esas temerosas  aguas.
Mi reacción fue mirar a papá y decirle se va a hundir, van a perecer todos.
No quiero verlo.
Él me miraba muy tranquilo, con una inmensa paz.
Y de golpe veía que ese barco sólo se movía un poco, y salía airoso de ese mar que ante mi vista parecía monstruoso.
Luego mi padre me decía:
“Mirá nuevamente y pon atención a ese barco.”
Cuando volvía a mirar podía ver algo que era como un vórtice de gran energía que sostenía por debajo ese barco. Cómo si lo sostuviera “una mano de energía” para que salga ileso.
Mi papá me decía:
“Es así como tratamos de ayudar en algunos eventos, para que los humanos sobrevivan aún ante hechos que parecieran imposibles de poder sobrevivir.”
Luego continuamos caminando y podía oler su perfume. Ese olor comenzaba a sentirlo cada vez más fuerte y lo miraba.
Él me miraba y decía:
“Sí, ¿reconoces mi perfume?”
Yo lo miraba asombrada. Él me sonreía y decía:
“¡Como en casa!”
Continuamos caminando y él me sonreía.
Al despertar seguía oliendo ese aroma.
Pero lo mágico fue que mi ropa tenía impregnado ese perfume, que por supuesto era el perfume que usaba mi papá.

Gracias, Gracias, Gracias a mi Papá por esta tan hermosa experiencia y por regalarme esta prueba física de poder oler en mi ropa su perfume!

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