23 de Abril 2018
Sentía que solo era, existía, era esencia.
Estaba en la nada, en el vacío, ese que en otros sueños expliqué que es el
Todo. Un “lugar” en donde se siente una completud infinita.
Ser consiente que nada existe en la forma o
manera que acá pensamos, sino que allí sos consciente de que existir, que en
realidad la mejor palabra para utilizar sería SER, es lo que SOMOS. Eso es,
SOMOS, SIEMPRE SOMOS Y SEREMOS en esa CONSCIENCIA UNIVERSAL
Era como estar suspendida en el espacio
infinito, en una paz absoluta, no existía ahí lo que es la emoción, o el
sentir, solo SOS y eso lo llena todo.
Era solo consciencia y viajaba por ese infinito,
en un instante supe (como consciencia) que me “llamaban”, comencé a descender
por ese espacio en el que empecé a ver puntos de luz, sabía que allí estaba en
el nivel de Almas, que esos puntos eran Almas.
Parte de esa consciencia tenía que ser Alma. Por
explicarlo de alguna forma “ese pedacito de consciencia total se convertía en
un Alma”.
Esa Alma que contenía un pedacito de consciencia
tenía un recorrido, el cual “yo “sabía (anoto yo porque no se cómo explicarlo).
Me incorporo en esa pequeña luz que era esa
Alma, tomo el control de ella, sabiendo qué debe hacer.
La formación del Alma tiene una función, un
propósito para servir, pero somos mucho más que eso. Esto que escribo lo
experimenté muy fuerte en este sueño que podría llamar “trance”.
Cuando esa pequeña pizca de consciencia encarnó
en esa Alma sabía qué misión debería cumplir ella. Las Almas se conforman con
pizcas de consciencia para una función específica que tomará determinado
recorrido (que pueden ser una o más vidas y pasajes entre ellas, es decir
muerte del cuerpo físico, estancia en el “más allá “y encarnación posterior en
algunos casos) para que se cumpla.
En un instante supe que tenía que lograr que “ella”
(Alma), tome el control de un cuerpo físico. Pero esto lleva un riesgo al
ingresar en él, teniendo que lograr que éste cuerpo sienta la menor conmoción
posible, ya que si no es posible que éste explote o se desintegre o muera.
Debía para esto calcular milimétricamente la
partícula de “tiempo” exacta que tenía que suceder esto.
Allí viajaba esta Alma a una velocidad en la que
la oscuridad absoluta y la luz más potente se entrelazaban para llegar a ese
fin. El vértigo experimentado en esta Alma en el instante de encarnar es
extremo.
GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS A DIOS, a ese TODO
INFINTO, por permitirme experimentar tan conmovedor momento.
Desperté suavemente y todavía sentía con todo mí
Ser lo que había vivido, estremeciéndome.
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