MÉDICO DEL CIELO




27 de Octubre 2015
Sueño lúcido
Me encontraba junto a mi hija en un lugar muy grande, sus pisos eran de mármol blanco y sus paredes enormes absolutamente blancas. Había una enorme escalera blanca. Al mirar de abajo hacia arriba se veía que había varios pisos. Abajo había algunas personas.
Comenzaba con mi hija a subir la escalera, que tenía una baranda plateada, al costado de esa baranda era como si la escalera siguiera pero en esa parte era como una rampa. Tomaba esa rampa como si escalara y subía a lo más alto. A mi lado veía unas pocas personas que bajaban por la escalera.
Cuando llegaba arriba veía una mujer sentada en un escritorio, sabía que era la secretaria de un médico. Me acercaba a ella y sin mediar palabra me hace pasar a un consultorio. Ésta mujer en su mano tenía una agenda, las tapas eran de madera y tela rustica. Ella ponía la agenda sobre una mesa y frotaba su contorno diciendo unas palabras en un idioma que es ajeno a esta Tierra, pero que allí entendía. Sus palabras eran un rezo al universo, a la energía divina. Al frotar esta especie de agenda empezaba a brotar fuego, pero ese fuego era inofensivo, no quemaba, la agenda quedaba intacta, sólo purificaba el momento que estaba transcurriendo allí. Luego ella se iba.
En ese lugar sentado en su escritorio se encontraba un hombre con un guardapolvo blanco (digo acá guardapolvo, pero en realidad no tenía botones, era todo entero y por debajo estaba absolutamente todo vestido de blanco. Los blancos que aquí menciono nada tiene que ver con el blanco que conocemos, es un blanco muy radiante como si de él saliera luz) al que reconocía como el médico. Era alto, muy delgado, su cara era alargada y delgada, sus ojos eran grandes y emanaban una gran dulzura. Éste hombre se levantaba y venía hacia mí, nos transmitíamos el pensamiento. Yo le decía vine por el corazón. El me decía sólo vos, ella (por mi hija) ya está equilibrada su frecuencia con la nueva vibración de la Tierra.
Agrego aquí también que su presencia era muy cálida y lo sentía internamente como alguien “conocido”.
Él se sentaba en el piso en posición de loto y yo frente a él, de la misma forma. En ese momento él me miraba y sonreía, sus manos eran muy finas, parecía que saliera luz de ellas. Él ponía sus manos cerca de mi pecho sin tocarme y decía unas palabras en el mismo idioma que la mujer anterior. En medio nuestro aparecía una gran Luz muy hermosa.
Él me decía:
“Es el momento del corazón, la energía que emana lo puede Todo. Es el corazón interno, emana frecuencias de vibración que deben estar en concordancia con la Madre Tierra.”
Luego me miraba de una manera inexplicable, era como que su mirada penetraba a través de todo mí Ser, y asentaba con su cabeza que ya estaba el trabajo concluido.
Gracias, Gracias, Gracias, a esta mujer, a este “hombre” un Ser de Luz muy hermoso, a la Fuente, esa Energía Divina que me permite tener estas preciosas e impresionantes experiencias.




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